jueves, 25 de junio de 2015

Educación, un problema grave que al país urge resolver de fondo

Uno de los graves problemas que enfrenta el país, además del de la inseguridad y la aparente falta de crecimiento económico, es el relativo a la educación, ya que hacen faltan políticas de estado para resolver de fondo esta situación que afecta a la mayoría de los mexicanos, de todas las clases sociales.

En el problema de la educación tienen que ver dos partes, por un lado el gobierno que actúa como dueño del balón, como patrón de los maestros, al tratar de imponerles medidas laborales como si de cualquier trabajador se tratare; y por otro lado, los docentes que se niegan a ser supervisados, como si su trabajo fuera de una alta calidad, y toman esta situación como si fuera un acto de guerra, llevando su lucha a las calles con manifestaciones, por casi cualquier pretexto.

En su columna en SDPnoticias, la periodista Mayra Jazbeth Martínez Pérez trata el tema de los profesionales del plantón y la ausencia de políticas de Estado.

Los profesionales del plantón y la ausencia de políticas de Estado
A lo mejor es pedirle peras al olmo, pero algo hay que hacer y pronto.
Mayra Jazbeth Martínez Pérez |25 jun 2015       
En uno de muchos viajes que he realizado recientemente a la ciudad de México, padecí de manera personal los estragos que ocasionan las manifestaciones de maestros de Oaxaca en la de por sí insufrible capital del país.

Mientras el tiempo pasaba acelerado acortándome de manera despiadada la posibilidad de llegar al aeropuerto, los maestros estaban plantados en el Paseo de la Reforma, custodiados por policías preventivos que trataban infructuosamente de organizar el caos, aunque en realidad su presencia cerrando los carriles centrales (que no estaban ocupados por los plantonistas) lo acrecentaba más.

Desde el taxi, miré de cerca los rostros de hombres y mujeres que organizados por años de experiencia, llevaban sus garrafones de agua, sus mochilas con ropa para varios días, un triciclo con un tanque de gas y unas hornillas y casas de campaña. Unos turistas extranjeros, al parecer europeos, comentaban entre ellos la escena y tomaban fotos sin parar.

Aunque es imposible, juro que observé a los maestros moverse como en cámara lenta y en blanco y negro. Por su parte, el segundero y el minutero de mi reloj tomaron el lugar del velocímetro del taxi que estuvo atrapado entre Insurgentes y la avenida Juárez el tiempo justo para que yo perdiera el vuelo a Guadalajara.

Obviamente no soy la única afectada por las manifestaciones de los maestros que le tienen tomada la medida a este gobierno, incapaz siquiera de dejar de pagarle sus sueldos a los irresponsables que abandonan las aulas para irse a las protestas, pero recordar la frustración de no llegar al aeropuerto y el espléndido comentario de Ricardo Alemán en El Universal de hoy, me obligan a expresar lo que pensé aquel día tan frustrante.

Hasta hace poco, la agenda de las manifestaciones de maestros de Oaxaca, Guerrero y Chiapas, pasaba por el entonces principal partido de izquierda o por las figuras icónicas del antipriismo, ya fueran Cuauhtémoc Cárdenas o Andrés Manuel López Obrador y el PRD, por supuesto.

Los gobiernos de Zedillo, de Fox y de Calderón, no quisieron caer en la tentación salinista de presentarse como represores de los movimientos sociales y mucho menos ser responsabilizados de asesinatos de dirigentes, como fue acusado el ex presidente por la entonces más o menos cohesionada “izquierda mexicana”. De ahí que esos gobiernos fueron bastante tolerantes con quienes en el paso de los años, terminaron por volverse en verdaderos profesionales del plantón.

Pero resulta que desde hace mucho, lo que se conoce como “izquierda”, se ha deslindado de hecho de las manifestaciones cada vez más violentas y cada vez más ajenas a la lucha sindical y a favor de la educación de los niños, de los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). La muestra más reciente de ello es el desplante grosero y la pinta que le hicieron maestros en Guerrero a la camioneta de López Obrador, a quien le reclaman tibieza en su posición por el caso Ayotzinapa.

Cuando estos profesores quisieron impedir la realización de comicios en Oaxaca y en Guerrero, fue una oportunidad lamentablemente perdida, para comenzar a construir lo que ha estado ausente en el tratamiento al problema político magisterial: políticas de Estado para hacer frente a quienes presionan a la ciudad y a las autoridades, para lograr prebendas y para mantener canonjías que son ética y presupuestalmente inaceptables.

Nadie en su sano juicio está en contra de que los maestros cobren bien, que tengan aulas dignas y que cuenten con recursos pedagógicos suficientes para enseñar a nuestros niños. Pero tampoco nadie puede estar a favor de que en un estado de la república, en dos o en tres, los maestros quieran imponer condiciones laborales y sobre todo, que permanezcan gran parte del tiempo fuera de las aulas, justo en protestas que no hacen sentido con la labor que realizan y la responsabilidad que la sociedad le ha encomendado.

Como la maestra Elba Esther Gordillo, que declaró la guerra política al gobierno (“guerrera soy, y guerrera moriré”) los maestros de la CNTE le han declarado la guerra al Estado Mexicano; no al atribulado Emilio Chuayfett, sino a las instituciones. Salir en defensa de esas instituciones, aunque en el paso caiga la cabeza del Secretario de Educación, es una tarea que el gobierno debe promover pero con esa visión de Estado y de Estadistas que tanta falta le hace a nuestros gobernantes.

A lo mejor es pedirle peras al olmo, pero algo hay que hacer y pronto, porque el tiempo perdido en las escuelas oaxaqueñas, guerrerenses y chiapanecas sólo producen malos augurios para la paz social en estados tan necesitados de desarrollo y de progreso.


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